Siempre me preguntan cómo surgen mis libros, y la verdad es que todo empieza con algo muy pequeño.
Una chispa.
Puede ser una frase que escuché al pasar, un gesto de alguien en la calle, o incluso un recuerdo olvidado. Esa chispa se enciende dentro de mí, y de repente los personajes empiezan a hablarme. Sí, así como lo leen: me cuentan su historia, sus miedos, sus sueños… y yo solo me convierto en la voz que los traduce al papel.
Tengo un hábito que me acompaña desde que empecé a escribir: tomar cualquier hoja suelta que tenga a mano y anotar la primera escena que me surge. A veces es un diálogo, otras una mirada, un beso, una discusión. Después, esas pequeñas piezas van encontrando su lugar en la trama, como si fueran parte de un rompecabezas que poco a poco cobra sentido.
De todos mis personajes, hay algunos que se quedan conmigo de manera especial. Uno de ellos es La peculiar señorita Grey. Es un personaje que amo profundamente, porque no solo fue divertido y desafiante darle vida, sino que también me identifiqué mucho con ella: ser peculiar en medio de una multitud “normal”. Esa sensación de no encajar del todo, pero al mismo tiempo tener la valentía de ser uno mismo, creo que es algo que muchos compartimos.
Mi mayor deseo como escritora es que los lectores también se encariñen con mis personajes. Que rían con ellos, sufran con ellos, suspiren con ellos. Que cuando cierren el libro no los olviden, sino que los guarden en un rincón de su corazón, como se guarda a un viejo amigo.
Y sobre todo, que cada historia les regale un buen momento. Porque leer es eso: dejarse llevar, viajar, emocionarse, vivir mil vidas en una sola. Y yo espero que mis libros sean ese viaje que quieran repetir, con la ilusión de descubrir las nuevas historias que están esperando para nacer.